En la era digital actual, observamos una preocupante tendencia: muchos jóvenes muestran un desinterés creciente por la lectura y la escritura. Este alejamiento no solo afecta su desarrollo académico, sino que también limita su capacidad para comunicarse eficazmente y comprender el mundo que les rodea.
Diversos factores contribuyen a esta desconexión. La omnipresencia de dispositivos electrónicos y el consumo pasivo de contenido audiovisual han desplazado el hábito de leer y escribir. Además, la falta de modelos a seguir en el entorno familiar y educativo refuerza esta apatía. Como señala Coral Regí, exdirectora de la escuela Virolai de Barcelona, “hay padres que critican que sus hijos no leen, pero ellos tampoco lo hacen”.
Las consecuencias de esta tendencia son significativas. La lectura y la escritura son herramientas fundamentales para el desarrollo del pensamiento crítico, la empatía y la creatividad. Sin ellas, los jóvenes pueden enfrentar dificultades en la comprensión lectora, la expresión escrita y la capacidad de análisis. Un informe destaca que “la falta de hábito de leer impacta en el aprendizaje de niños y jóvenes”, afectando su rendimiento académico y limitando sus oportunidades futuras.
Es imperativo que tanto padres como educadores tomen medidas proactivas para revertir esta situación. Fomentar un ambiente que valore la lectura y la escritura, proporcionar acceso a materiales atractivos y adecuados para cada edad, y, sobre todo, ser ejemplos a seguir, son pasos esenciales. Al hacerlo, no solo enriquecemos la vida de los jóvenes, sino que también aseguramos una sociedad más culta, crítica y comprometida.
La lectura y la escritura no deben convertirse en reliquias del pasado. Son pilares esenciales para el desarrollo humano y la cohesión social. Es nuestra responsabilidad colectiva revitalizar estos hábitos y transmitir su importancia a las nuevas generaciones.